La pobreza energética a la luz solar

En una entrada anterior abordábamos la cuestión de las energías renovables en general y de la solar fotovoltáica (FV) en particular, y acabábamos formulando algunas preguntas. En otra más reciente desarrollábamos una serie de reflexiones acerca de las cuestiones económicas. Hoy continuamos la serie, hablando conjuntamente de la participación en el mercado eléctrico de la FV y de la desigualdad entre las personas.

Alegoria solar

Ensoñación o pesadilla. De nosotros depende.

Parece evidente que hablar de desigualdad (energética) implica referirse, como situación última, a la pobreza energética. Aun cuando no es el objeto de esta entrada el tratamiento de la cuestión (sobre ella volveremos en algún momento), sí necesitamos algunas referencias, siquiera sean someras. Y la primera de estas tiene que ver con el propio concepto. Aun cuando la pobreza energética (y de cualquier otro tipo) es endémica en la mayor parte del mundo, el concepto como tal aparece en Europa hace apenas un par de décadas y salta a los medios como consecuencia de su agravamiento, en nuestro mundo, por causa de la crisis.

Probablemente lo tardío de la conceptualización (en Europa y aplicada a Europa) hace que el término, realmente y al menos en castellano, englobe dos conceptos relativamente distintos (incluso Wikipedia los distingue [1]). Una acepción (bajo el nombre de “pobreza de combustible” o “fuel poverty” en inglés) se referiría a la dificultad o a la incapacidad para mantener la vivienda en unas condiciones adecuadas de temperatura (calefacción), así como de disponer de otros servicios energéticos esenciales (iluminación o la electricidad para internet u otros dispositivos), por causa de precio [2].

La segunda acepción, la que podría ser considerada como más antigua (“energy poverty” en inglés o “pobreza energética” en sentido estricto), creo que nunca ha estado formulada expresamente. Sería la que corresponde al planteamiento de «Energy Poverty Action» [3]: la falta de acceso a los servicios modernos de energía doméstica. La pobreza energética es distinta de la pobreza de combustible; mientras que la primera habla de accesibilidad, la segunda se refiere a la asequibilidad.

En lo que sigue vamos a referirnos independientemente a cada una de ellas.

Sobre la pobreza “del norte” (la de se produce cuando el precio no es asequible, lo que también tiene lugar en grandes aglomeraciones del sur) sólo algunas pinceladas:

  • La European Partnership for Energy and the Environment, estimaba que, en Europa en 2008, para una población total de 740 millones, entre 50 y 125 millones de personas se encontraban en situación de pobreza de combustible, con tendencia creciente, por el alza de los precios de la energía [4].
  • También incidía en que no se reconocía ninguna incidencia significativa de esta cuestión en España por parte de nuestras autoridades, por lo que no existía ningún tipo de medidas paliativas.
  • La Asociación de Ciencias Ambientales estimaba que, en 2010, en torno a un 10% de los hogares españoles (equivalente a unos 5 millones de personas) estaban en situación de pobreza de combustible. Para 2012 elevaba el número en alrededor de 2 millones más [5].
  • En España, en 2012 se han producido alrededor de millón y medio de cortes de conexiones eléctricas domiciliarias causadas por el impago de recibos [6].

Desde luego, parece difícil negar (pese a nuestros dirigentes) que existe un problema real de asequibilidad respecto a la factura eléctrica para una parte importante de la población.

Avanzando un poco más, en la figura se reflejan las componentes que, en general, originan la pobreza de combustible.

A la vista del esquema, ¿dónde puede actuar la fotovoltaica? Desde luego no en la adecuación de la vivienda (aislamiento, fundamentalmente) ni en los niveles de renta. Y en relación con el precio de la energía, hemos visto en otra entrada que la FV es competitiva, pero no más barata, que las energías convencionales en el mejor de los casos (utilizando la red con  balance nulo y en un marco general de crecimiento).

En España la situación ha venido siendo todavía algo más compleja, ya que los incentivos a las renovables (cuya necesidad no se puede poner en cuestión) se han repercutido en el recibo eléctrico (realmente en el déficit de tarifa), por lo que el apoyo a las renovables no solo no ha rebajado el precio de la energía sino que lo ha incrementado; ha hecho menos asequible el acceso a la energía para los más desfavorecidos.

Entonces, si es ineludible el recurso a las renovables y este recurso puede agravar el problema de la pobreza de combustible, ¿qué hacer? Quizá reconocer la existencia de la contradicción y enfrentar las dos cuestiones a la vez, ligando ambas luchas. Reclamar simultáneamente el apoyo público al desarrollo de las energías renovables y la consideración del acceso a un mínimo vital de energía como un derecho humano.

Lo anterior puede adquirir distintas formas y precisa de concreción pero, por ejemplo, podría plantearse la recuperación de la situación anterior a la ofensiva anti-renovables que viene desarrollándose desde 2010 (tratado en la entrada «El expolio. La agresión a los pequeños productores fotovoltaicos«), quizá desligando los incentivos a las renovables de la facturación eléctrica y cargándolos a los presupuestos generales del estado (con lo que recuperarían una cierta progresividad) y establecer un consumo eléctrico mínimo gratuito por hogar, al modo de lo que reclamamos en relación con el agua.

Pasemos a la otra  acepción, a la pobreza energética del sur, que se refiere a la accesibilidad.

Aquí el apunte es muy sencillo: según la International Energy Agency, con datos referidos a 2010, hay en el mundo más de 1.200 millones de personas sin acceso a la red eléctrica (respecto a los 7.000 millones que somos), de los cuales, sólo dos están en nuestro mundo desarrollado (incluyendo las economías de transición) y el resto en países en desarrollo. El África subsahariana carga con la mitad de la cuota, lo que se traduce en que el 36% de la población urbana y el ¡87%! de la rural carecen de dicho acceso [7].

En estas condiciones, es  evidente (como señalaban dos comentarios a una entrada anterior) que el recurso a las renovables deja de ser una opción para ser una necesidad. El desarrollo de la FV realmente representa una oportunidad que no puede dejarse pasar (es necesario el crecimiento local de la energía, no compite con instalaciones existentes y evita la necesidad de la red). La pura lógica económica puede conducir a la FV (algo que, como veíamos en la misma entrada antes citada, no ocurría en el mercado rico).

En este sentido, quizá no sea casual el ámbito en el que se ha puesto nombre a esta ausencia de acceso a la energía, que no ha sido otro que la reunión 2005 del Foro Económico Mundial de ¡Davos!, teóricamente para “combatir la pobreza energética en los países en desarrollo mediante la implantación de planes de electrificación sostenibles, replicables y escalables[8].

Los promotores iniciales de la iniciativa fueron tres muy grandes compañías públicas del sector de la energía [9], planteándose abordar dos proyectos iniciales como piloto, en Lesotho [10] y en la República Democrática del Congo [11]. Puede pensarse (mal) que aquí sí hay negocio y que las grandes compañías toman posiciones.

Pero para que el negocio exista es preciso que haya clientes con posibles y, según las estadísticas del Banco Mundial, en el mundo hay 2.400 millones de personas por debajo del umbral amplio de la pobreza (2 US$/día), de los cuales más de 500 están en el África subsahariana, lo que representa un 36% de la población, que difícilmente podrán pagar nada. Quizá sea esta ausencia de “clientes con posibles” lo que ha motivado el, al menos aparente, abandono de las iniciativas, pendientes de financiación.

Creo que no somos nosotros, desde aquí, los que tenemos que definir cómo abordar la pobreza energética en los países sin acceso generalizado a la red eléctrica. Que son ellos los que deben hacerlo. Lo que sí podemos nosotros es intentar transmitir que el cómo es importante y condiciona el final; que nosotros, ahora mismo, estamos en manos de un pequeño número de empresas que se escapan de nuestro control y nos condicionan la vida. Que existen alternativas distintas de las puramente empresariales para aprovechar las oportunidades que hoy brinda el desarrollo de las renovables, su escalabilidad y su posibilidad de generación distribuida. Que, si la energía es un derecho básico, la solución no puede llegar sólo a los que puedan pagar las facturas, que existe el riesgo de salir de la pobreza energética para caer en la pobreza de combustible. Que no es la técnica la que nos libera sino nuestro compromiso colectivo.

NOTAS ABSOLUTAMENTE PRESCINDIBLES

[1] http://en.wikipedia.org/wiki/Energy_poverty

[2] De “Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre el tema «La pobreza energética en el contexto de la liberalización y de la crisis económica» (Dictamen exploratorio)”. http://diarioeuropeo.com/dictamen-comite-economico-social-europeo-sobre-tema-pobreza-energetica-contexto-liberalizacion-crisis/

[3] http://www.weforum.org/pdf/ip/energy/EPA.pdf

[4] Tackling Fuel Poverty in Europe (2009). http://www.fuel-poverty.org/files/WP5_D15_EN.pdf

[5] “Pobreza energética en España. Análisis de tendencias. 2014”. http://www.ecohabitar.org/wp-content/uploads/2014/03/estudio-de-pobreza-energ%C3%83%C2%A9tica-en-espa%C3%83%C2%B1a-2014.pdf

[6] La estimación resulta de los datos que proporcionan en sus Informes de Sostenibilidad 2012 las dos mayores compañías españolas: Iberdrola (588.000 cortes; https://www.iberdrola.es/webibd/gc/prod/es/doc/IA_Anexo_InformeSostenibilidad12.pdf) y Endesa (525.000 cortes; http://www.endesa.com/ES/SALADEPRENSA/CENTRODOCUMENTAL/Informes%20Anuales/Informe%20Sostenibilidad%202012.pdf) corregidos por la cuota de mercado doméstico que les corresponde (75%, según el “Informe de Supervisión del Mercado Minorista de Electricidad Julio 2011 – Junio 2012” de   la Comisión Nacional de Energía; http://ep00.epimg.net/descargables/2013/05/06/e13a04fe5c5a08f8ddf0733a9c3fd643.pdf).

[7] http://www.worldenergyoutlook.org/publications/weo-2012/

[8] http://www.weforum.org/pdf/Initiatives/EPA_Brochure06.pdf

[9] La canadiense BC Hydro, la sueca Vattenfall y la sudafricana Eskom

[10] Presupuesto de estudios de 2,5 millones de US$ para una comunidad rural de 1.150 viviendas y basado en un esquema híbrido hidráulico/solar

[11] Presupuesto de estudios 13,5 millones de US$ para una comunidad periurbana de 10.000 viviendas  y basado en la extensión de la red eléctrica existente

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8 respuestas a La pobreza energética a la luz solar

  1. Pingback: El riesgo del “autismo” energético | Agua, energia y decrecimiento

  2. Luis García dijo:

    Un artículo muy interesante. La distinción entre los dos conceptos de pobreza energética, con todas las implicaciones a la hora de enfrentar el problema en uno u otro caso, me ha parecido muy acertada y relevante.
    Me permito añadir una reflexión personal al margen del asunto del artículo. El concepto de pobreza energética «salta a los medios como consecuencia de su agravamiento, en nuestro mundo, por causa de la crisis». Y hete aquí que a mí me parece que la crisis se nos ha venido encima por causa, al menos en parte, de otra pobreza energética: la escasez global de recursos energéticos (relativa a las necesidades de una economía global creciente). ¿Cuántas hipotecas «sub-prime», pongamos por caso, habrían fallado en un mundo con el petróleo a 30$? Esta crisis de las economías desarrolladas tal vez se pueda ver como lo que media entre la pobreza energética global y el aumento de la pobreza de combustible (y de otras muchas pobrezas). La crisis sería el mecanismo por el cual una escasez general acaba repercutiendo fundamentalmente en los menos favorecidos.

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    • Mil gracias por el comentario, Luis. No tengo nada que añadir, salvo, quizá, relativizar un poco la incidencia, como causa de la crisis, de la escasez global de recursos energéticos. La escasez que citas está claramente ahí y nos conduce inexorablemente a una crisis que quizá sea más un colapso; es un caldo de cultivo de primera magnitud para el brote de crisis, pero creo que esta en la que estamos tiene una componente importante de estafa, protagonizada por los financieros y los que debían amordazarles. Es del sistema (como lo es la escasez que denuncias), o, parafraseando a un presidente, «es la economía, imbécil» (debía estar hablando solo). En cualquier caso, son matices y lo que sí quiero decir es que es estimulante ver cómo las ideas se ramifican y entre todas van dando sombra. Gracias

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      • Luis García dijo:

        Cobijémonos, pues, bajo esa sombra y sigamos cultivando ideas.
        Yo simplemente quería aclarar que cuando señalo la escasez energética como una de las causas más relevantes de esta crisis no estoy negando la estafa. La estafa también está ahí, ha estado siempre, y desde luego se habla mucho más de ella que de la escasez energética sobrevenida tras el estancamiento de la producción de petróleo. Y de ahí el espíritu que recoge el conocido «no es una crisis, es una estafa» que, a mi entender, desenfoca la cuestión. Porque esto sí es una crisis, además de una estafa.

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      • Gracias otra vez, Luis. Y realmente creo que estamos de acuerdo (o que estoy de acuerdo contigo, al menos). Creo que sólo nos separan, en lo esencial, las palabras.
        Creo que estamos utilizando la misma palabra («crisis») para dos conceptos. Creo que tienes toda la razón en que hay una crisis sistémica (fundamental y subyacente) derivada de estar llegando al agotamiento de los recursos no renovables (y baratos) y, esencialmente, de las fuentes fósiles de energía fácilmente accesibles. Es sobre esta crisis sobre la que se desarrolla otra, menos profunda y sólo local, pero, para algunos al menos, intensa: esta es la crisis concreta de la que habla la expresión «no es una crisis, es una estafa». Quizá, si no existiese la crisis energética, la crisis «financiera» no se hubiese notado o hubiese sido más suave. Quizá ya hubiese terminado. Incluso un día acabará esta crisis (con seguridad, dejando muchos muertos en la cuneta) y eso no querrá decir que haya terminado la crisis energética, que seguirá siendo el caldo de cultivo de nuevas crisis por venir. Es algo, a mi modo de ver, parecido al hambre del tercer mundo: es lo esencial, pero, en ocasiones e incluso por su causa, se desarrollan epidemias concretas, con efectos mortales para una parte de la población, ya hambrienta.
        También estoy de acuerdo en que se habla menos de la crisis energética que de la financiera actual y que debe ser objeto de atención por todos. Por ello, me permito recomendar la visita a «¿La senda del crecimiento, por favor?», el excelente blog que mantienes respecto al tema

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      • Luis García dijo:

        Vaya, no me deja responder en su sitio así que respondo aquí. Sí, va a ser que estamos muy de acuerdo. Muchas gracias por citar mi blog y por elogiarlo. Yo seguiré pendiente de este, que también me parece excelente.

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  3. Miguel dijo:

    Muy claro y elocuente, pero me surgen dudas: ¿quién cargaría con los costes de las renovables si seguimos en manos de grandes «holdings»? ¿quién paga la transferencia de tecnología al sur paupérrimo? ¿qué se puede hacer aquí para evitar la dependencia del «trust» eléctrico y no pagar más?

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    • Muchas gracias por tu comentario, Miguel, y perdón por el retraso en contestar, pero, la verdad es que no tengo respuesta. La esperanza en que otra persona contestase por mí y me evitase la «no respuesta» ya la he perdido.
      La verdad es que yo creo que para pagar (o hacerse cargo de los costes) no estamos más que nosotros, la ciudadania. En este sistema, si pagase el trust eléctrico, lo haría con lo que nosotros le pagásemos antes. Siempre pagamos nosotros y en lo que realmente podemos incidir es sólo en el establecimiento de las prioridades. Podemos (o tenemos que conseguir que podamos) decidir entre «cañones o mantequilla», entre frutas exóticas todo el año o alimentos básicos para más personas o…
      En el fondo, lo que existe es lo que producimos y nada más. Y ese es una de las cuestiones que creo trascendentes: para que el sur disponga de «algo», el norte debe renunciar a un «algo» equivalente. Una salida es, creo yo, plantear la redistribución de la riqueza «real» (de lo que producimos) entre todos los productores y con un mínimo de justicia. Y eso implica un cambio radical en el sistema, que no puede ser posible sin un cambio, también radical, en nosotros y nuestra forma de entender la vida.

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