Y yo, que pensaba que eso ya lo teníamos…

Imagen tomada de TVE

Si te dijese que al espectáculo asistieron en directo casi ochenta mil personas, que estuvieron representados más de doscientos estados y que no se trataba de unos juegos olímpicos, ¿en qué pensarías? ¿Te rindes?

Solución: la 28 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), celebrada en diciembre pasado en Dubai, la capital de Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Estas conferencias se celebran anualmente, desde la de Berlín de 1995, y se han convertido, poco a poco, en el gran espectáculo que son hoy, ¿justificado? por su finalidad: en ellas los gobiernos pretenden establecer el cómo luchar solidariamente contra el cambio climático y sus efectos.

Pues bien, según todos los gobiernos y autoridades implicadas, la COP28 ha constituido un éxito rotundo. Ha sido casi un milagro (según ellos).

La COP28 empezaba bajo los peores augurios fundamentalmente por tres razones:

  • Por la tendencia histórica reciente, según la cual las cumbres se inician con esperanza y acaban en una notable frustración.
  • Por el lugar de celebración. Los EAU viven, y muy bien, de los ingresos que les proporciona la exportación de petróleo y, además, no son precisamente conocidos por su respeto a los derechos humanos ni por su nivel de igualdad. Recordemos que la quema de combustibles fósiles es la principal causa del calentamiento global.
  • Por la persona que iba a presidirla. Era el Sultán Al Jaber que simultaneaba los cargos de ministro de industria de los EUA y de consejero delegado de la “Abu Dabi National Oil Company (ADNOC)”, por producción, la octava petrolera mundial.

Y es cierto que a su término hubo algunas voces críticas, como la del propio secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres (“A aquellos que se opusieron a una referencia clara a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles en el texto de la COP28, quiero decirles que la eliminación progresiva de los combustibles fósiles es inevitable, les guste o no. Esperemos que no llegue demasiado tarde«) o “los representantes de la sociedad civil y los activistas climáticos, así como las delegaciones de los pequeños países insulares en desarrollo, [que] se mostraron visiblemente descontentos con el resultado”.

Pero el ambiente general era de euforia no disimulada, con un final apoteósico, entre vítores y aplausos de los poderes. Así:

Pero, ¿hay razones para esta euforia? ¿No será un análisis interesadamente optimista?

Cuatro han sido los puntos que se han intentado vender como hitos históricos:

I) Se ha mantenido la referencia nominal al objetivo de intentar mantener el calentamiento por debajo del grado y medio acordado hace ocho años en la COP de París.

Literalmente, el documento final dice que:

  • Reafirma el objetivo de temperatura del Acuerdo de París de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales…”.
  • Subraya que los efectos del cambio climático serán mucho menores con un aumento de la temperatura de 1,5°C en comparación con 2°C, y decide proseguir los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C”.

Si bien más adelante añade:

  • Reconoce que se han logrado avances colectivos significativos hacia el objetivo de temperatura del Acuerdo de París, desde un aumento previsto de la temperatura mundial de 4 °C, según algunas proyecciones antes de la adopción del Acuerdo, hasta un aumento en el intervalo de 2,1 a 2,8 °C con la plena aplicación de las últimas contribuciones determinadas a nivel nacional

Un éxito hubiera sido la adopción de medidas, vinculantes, duras y adicionales, pero no solo una declaración vacía. En Madrid, coincidiendo con la COP28, hubo una manifestación bajo el lema “Soluciones, no declaraciones”.

II) Por primera vez la declaración final de una COP habla de “la necesidad de dejar atrás la era de los combustibles fósiles.

Cierto, pero, en palabras del Secretario General de Naciones Unidas: “la mención del principal contribuyente mundial al cambio climático llega después de muchos años en los que el debate sobre esta cuestión estuvo bloqueado”.

Además, si bien el texto dice que “Abandonar los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, a fin de lograr cero emisiones netas para 2050 de acuerdo con la ciencia”, al hablar del cómo hacerlo se aleja del abandono y propone soluciones alternativas, algunas todavía no disponibles: “Acelerar las tecnologías de emisiones cero y bajas, incluidas, entre otras, las energías renovables, la energía nuclear, las tecnologías de reducción y eliminación, como la captura, utilización y almacenamiento de carbono, en particular en sectores difíciles de reducir, y la producción de hidrógeno con bajas emisiones de carbono”.

III) También por primera vez se incluyen los derechos laborales en el Programa de Transición Justa.

Literalmente: “Señala que la transición laboral justa y la creación de trabajo decente y empleos de calidad, así como la diversificación económica, son fundamentales para maximizar los efectos positivos y minimizar los negativos de las medidas de respuesta…”, aunque quizá lo que daba sorprender es que sea por primera vez.

IV) Hace operativo y se dota económicamente el fondo de pérdidas y daños, destinado a compensar a las naciones especialmente vulnerables por los desastres que han sufrido y sufrirán por causa de un cambio climático del que no son responsables.

Es cierto, aunque hay que matizar que el fondo viene siendo reclamado desde hace décadas por los países más vulnerables y que la dotación, hasta el momento (22 de diciembre) se mide en centenas de millones de euros cuando las necesidades son de centenas de miles de millones.

Magros resultados ante los que uno no puede menos que sentirse engañado. Uno, que creía que todo eso ya estaba conseguido.

Porque, si no, ¿qué hemos hecho desde la COP inicial de 1995? O, más a corto plazo, ¿qué han hecho nuestros gobernantes desde la también proclamada como histórica COP21 de París (2015)?

¿Son útiles las COP? ¿Es útil la asistencia a ellas de las organizaciones de la sociedad civil? ¿No deberíamos dotarnos de otros medios de acción que sean realmente útiles en esta década ya avanzada y que la COP28 califica de decisiva?

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