No, la más larga no es la del alcalde de Madrid

Con disculpas por el encabezamiento, aclaro que hablaremos de banderas y, más concretamente, de la longitud de sus mástiles y es que, eso sí, el alcalde de Madrid está muy orgulloso de su gran bandera de la plaza de Colón.

En mi descargo, tened en cuenta que lo de la longitud de los mástiles, quizá como símbolo fálico, es algo muy de macho sátrapa, como ilustra la tabla que sigue, en la que se refleja la evolución del récord mundial de la altura de los mástiles exentos.

AñoAltura de mástilLugarPaís
1980150Kijong-dongCorea del Norte
2010152BakúAzerbayán
2011165DushanbéTayikistán
2014171JeddahArabia Saudita
2021202El CairoEgipto
Evolución del récord mundial de la altura del mástil de banderas exentas

Pues bien, aunque muy lejos del récord, ahí está también la bandera de la plaza de Colón de Madrid, con sus trescientos metros cuadrados de tela en un mástil de cincuenta metros de alto, orgullo de nuestros alcaldes y otros nacionalistas. Es la bandera “de España” más alta del mundo, aunque también es cierto que sería chusco que la mayor bandera “de España” no estuviera en “España”.

Cierto que es solo una bandera, pero es una bandera con una historia singular que se remonta hasta 2001, aunque parezca que lleva ahí toda la vida.

Según cuenta el propio constructor en “Mi bandera de Colón”, a principios del verano de 2001, el entonces presidente de gobierno (José Mª Aznar) estuvo de visita oficial en México y “vio ondear en el Zócalo de su capital una impresionante bandera mexicana quedando enamorado de su grandiosidad y decidió que quería una como esa en Madrid”.

Cuando Aznar regresó a España, en los primeros días de julio, le dio cuenta de su deseo al Alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, éste se lo transmitió a su Teniente Alcalde, Ignacio del Río, quien llamó a su amigo en FCC, Alejandro Tuya, que descolgó el teléfono y me ordenó que me pusiera en contacto con el Ayuntamiento para que el 12 de Octubre estuviera instalada en la plaza de Colón de Madrid la mayor bandera nunca vista en España”.

El hecho es que la bandera de Aznar y Álvarez del Manzano fue inaugurada el día 12 de octubre, con motivo del desfile militar correspondiente a la Fiesta nacional y presidido por el Rey.

Y lo extraordinario no fue la altura del mástil, que el de la bandera del Zócalo viene de 1952, mide sesenta y siete metros y, a día de hoy ya no es la más alta de México, que la de Piedras Negras llega hasta los ciento veinte.

Lo extraordinario fue que entre la “sugerencia presidencial” y la inauguración del “monumento” transcurriesen solo tres meses. Algo inaudito en nuestra administración pública. ¡Solo tres meses!

¿Qué cómo fue posible? También lo explica el constructor: se hizo “saltándose los trámites normalmente obligatorios de Concurso y Adjudicación públicos, porque se inscribió dentro de los trabajos que podíamos realizar para el Ayuntamiento dentro de una Contrata de ejecución plurianual que teníamos, desde hacía muchos años, tras sucesivas renovaciones, con el Ayuntamiento de Madrid

Una contrata que “inicialmente estaba pensado para solucionar problemas de edificación deficiente, apear edificios ruinosos y cosas así” pero que “acabó utilizándose como equipo de intervención rápida, por ejemplo, para resolver las consecuencias de los atentados de ETA”.

Pero no, no nos escandalicemos, que esto ha pasado muchas veces, porque, ¿qué importancia tienen unos simples trámites administrativos si se trata de satisfacer los deseos del que manda?

Además, tampoco fue para tanto. El presupuesto ni siquiera llegó a los 400.000 euros, que no es nada, sobre todo si el dinero no es tuyo, sino que sale de fondos públicos.

¿Y Aznar? ¿Acaso un presidente de gobierno tiene que estar a esas menudencias? Si hay alguna irregularidad habrá sido responsabilidad algún subordinado “subalterno”. En el fondo, él solo expresó su deseo y no tenía manera de conocer que ese deseo era del todo imposible administrativamente. No tenía por qué conocer ese dicho de “las cosas en palacio van despacio”. Él era todopoderoso.

Incluso, yendo un poco más lejos, se puede pensar en las circunstancias concretas. En 2001 la bandera que había en la plaza de Colón de Madrid era casi “vergonzante”. Sus veinticuatro metros cuadrados de tela eran indignos de un presidente de gobierno con el poderío de Aznar y su ego y la instalación de “su” bandera monumental era absolutamente urgente (al menos para él).

Para resolver una situación tan extrema como la descrita, ¿sería propio de un español de bien poner en cuestión la necesidad de recurrir a un equipo de intervención rápida?

Y es que en lo de las banderas, como en lo de las luces de navidad, el ego del presidente pesa demasiado.

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