«Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado»

Imagen tomada de Blastingnews.com

Un par de pistas para entender el significado de la coplilla del título, que circuló por Madrid durante el reinado de Felipe III: está dedicada al Duque de Lerma, valido del rey, y de “colorado” visten los cardenales.

Brevemente. Francisco de Sandoval, el que sería el primer Duque de Lerma, nace en Tordesillas en 1553 y entra en la vida pública cuando muere su padre, en 1575, al heredar el marquesado de Denia y el condado de Lerma y quedar como cabeza de su casa y de su familia.

Su casa era una de las no pocas que ostentaban pomposos títulos antiguos (marqués de Denia y conde de Lerma) pero sin rentas ni territorios de los que vivir. Su casa estaba arruinada y necesitaba del favor real y, para intentar conseguirlo, en 1576 casa con Catalina de la Cerda, hija del Duque de Medinaceli.

Tiempo después, Felipe II le nombra Grande de España, lo que le dio acceso al príncipe heredero, cuya confianza se ganó hasta el punto de ser nombrado por este Consejero de Estado en el mismo día de 1598 en enterraron  a Felipe II y el heredero se convirtió en Felipe III.

En 1599 es nombrado Duque de Lerma y se consolida como único valido del monarca y, por tanto, como segundo en el mando absoluto reino [1].

Al poco, y en un absurdo recorrido circular, la corte se trasladó de Madrid a Valladolid (1601) para volver sólo cinco años después (1606). En ese corto periodo de tiempo, Valladolid pasó de unos 30.000 vecinos a superar los 70.000 mientras que Madrid caía desde 80.000 habitantes a sólo 23.000.

Cierto es que no hay unanimidad acerca si los traslados fueron decididos directamente por el rey o le fueron inducidas por Lerma, pero, independientemente de eso, sí es seguro que el duque sabía con mucha antelación lo que iba a ocurrir (¿uso de información privilegiada?) y era consciente de que los precios de los inmuebles, consecuencia de la oferta y la demanda iban a oscilar bruscamente, subiendo y bajando en Valladolid y bajando y subiendo en Madrid. Y más los de lujo, ya que era la corte la que se trasladaba (¿maquinación para alterar el precio de las cosas?)

Esto es lo que queda del palacio de la Ribera, en Valladolid. Fue construida por el Duque de Lerma y, al volver la corte a Madrid, vendida por este al Rey Felipe III, para su uso como residencia veraniega

El duque de Lerma se enriqueció en ambos traslados, comprando antes de cada uno de ellos y vendiendo, incluso en algún caso al rey, después (¿especulación?).

Por ejemplo, en Valladolid compró seis meses antes del traslado el palacio de De los Cobos (hoy propiedad del ejército en la plaza de San Pablo) y lo vendió, un año después al rey, que lo convirtió en palacio real (¿especulación?). El negocio se cerró con el nombramiento del duque como alcaide del palacio, lo que le permitía seguir habitando allí.

También en Valladolid compró y vendió al rey, como finca de recreo, la casa de la Ribera, si bien en este caso la venta tuvo lugar después del regreso de la corte a Madrid. En Madrid se hizo con la Quinta del Prior, la “pequeña” propiedad frente a los Jerónimos que se refleja en el plano de Teixeira.

Quinta del Prior, entre la calle de las Huertas, el paseo del Prado y la carrera de S. Jerónimo, señalada en rojo sobre el Teixeira, el plano de Madrid más importante del siglo XVII: “Topographia de la Villa de Madrid Descripta por Don Pedro Texeira ; Salomon Saurij Fecit” (1656)

El traslado de la corte fue aprovechado por los allegados al duque para “ocuparla” hasta un nivel nunca visto.  En algún momento hasta diez familiares del duque ocuparon puestos de relevancia en palacio [2] y otros tantos lo hicieron en la casa de la reina [3], y eso sin contar con sus colaboradores directos (¿nepotismo?).

Visto todo en conjunto, la estancia de la corte en Valladolid, si bien breve, la culminación del poder de Lerma. Había conseguido aislar al rey de cualquier influencia, directa o indirecta, que no fuese la suya (¿obstrucción a la justicia?), y “transformado la corte en un mercado en el que todo –desde los oficios a la justicia y las mercedes- se vendía al mejor postor” (¿simplemente corrupción?).

Desde el punto de vista de estadista, la obsesión de Lerma había sido la recuperación financiera del reino y asociada a ella, la defensa de la paz como necesaria para reducir gastos. Pues bien, en 1606, con la corte de vuelta en Madrid, dos de los hombres de confianza de Lerma (Franqueza y Ramírez de Prado) presentaron al rey un informe (la “consulta del desempeño[4]) en el que afirmaban haber solucionado los problemas financieros de la monarquía.

El informe resultó ser completamente falso (¿falsedad en documento público?) y los dos autores cayeron en desgracia. Aunque inicialmente se vieron apoyados por su señor el duque, este, al verse en peligro, decidió entregarlos a los leones (¿culpa in vigilando?). Prado en diciembre de 1606 y un mes después Franqueza [5] fueron detenidos por orden de Lerma con la aprobación del rey.

Casualmente (¿?) el instructor del proceso, Carrillo, estaba en el equipo de Lerma y no le resultó difícil construir “un cordón sanitario en torno a Lerma y Felipe III asegurando que los crímenes de los dos ministros [6] no eran un reflejo del régimen, sino producto de la inherente maldad de los detenidos”. (¿uso torticero de la justicia?).

En 1608 Lerma amaga con retirarse de la vida pública pero el rey se lo prohíbe, le compensa por quedarse y recupera parte de su estrella.

Aprovechando el impulso, un año después consigue del rey la firma de la tregua de los 12 años con las Provincias Unidas [7], firma que tenía dos caras:  “debido a los temores de que la firma de esta tregua con los ‘rebeldes’ holandeses [8] provocaría fuerte oposición interna poniendo así en duda las credenciales de Felipe III como monarca católico” parecía conveniente encontrar un enemigo interior que sustituyese al exterior con el que se pactaba. Así llegó la expulsión de los moriscos [9], que el rey firmó el mismo día que la tregua [10] (¿prevaricación?)

Última gran victoria y comienzo del declive del duque, puesto de relieve por el hecho de su poder tuvo que ser hecho explícito por el rey, algo que hasta ese momento (1612) no había sido necesario [11].

Portada de la iglesia de San Pablo en Valladolid, reformada por el Duque de Lerma. Un pasatiempos puede ser la búsqueda de los escudos que aparecen en ella. Puedes encontrar ¡ocho!

Quizá leyendo bien el peligro, Lerma empezó a presionar para ser nombrado cardenal, algo que consiguió del papa Pablo V en 1618. Ello le obligó a renunciar a sus oficios palaciegos pero, también, le concedió inmunidad frente a los procesos judiciales (¿abuso de poder?).

Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado…” Si hubiera llegado a santo, podría ser hoy el patrón de los corruptos.

En 1621 muere Felipe III y su sucesor, Felipe IV, que llega con su valido (el Conde duque de Olivares), inicia una campaña de acoso derribo contra Lerma y sus allegados. Muere exilado en Valladolid en 1625, después de haber conocido de la ejecución de su secretario [12] y de ver como sus propiedades iban siendo atribuidas a otros.

Esto ocurrió cuatro siglos atrás, así que, si te parece actual, es tu culpa, que en el comportamiento del Duque de Lerma no se refleja el ensañamiento que hoy se desata contra las denunciantes de la corrupción. Este es un “perfeccionamiento” moderno.

Si quieres referencias más actuales, a este tema de la corrupción y sus víctimas ya hemos dedicado tres entradas anteriores en este blog [13].


FUENTES

Este artículo toma como punto de partida un buen número de referencias localizadas en internet que han sido contrastadas con dos biografías extensas del duque de Lerma: “El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III” de Antonio Feros (2002, Marcial Pons editor) y “El duque de Lerma. Una historia de corrupción en el Siglo de Oro” de Alfredo Alvar (2010, La esfera de los libros).


NOTAS PERFECTAMENTE PRESCINDIBLES

[1] Hay dos visiones casi opuestas acerca del carácter del rey. Mientras que para unos era un rey débil que se dejaba hacer por su valido, para otros hacía uso de este para proteger su imagen. El hecho cierto es que casi todas las decisiones están firmadas por el rey, sea porque las tomaba o por habilidad del duque para liberarse de responsabilidades.

[2] Dos hijos, un hermano, dos sobrinos, un cuñado y dos primos fueron simultáneamente gentileshombres de la cámara y, además, otros dos primos tuvieron otros oficios palatinos.

[3]  Su misma esposa (Catalina de la Cerda), tres hijas, dos nueras, un tío, un cuñado y una concuñada, varias sobrinas y algún familiar más.

[4] Lo del “desempeño” viene a que el problema era que la monarquía estaba “empeñada” por deudas y lo que decían haber conseguido los autores era “desempeñarla”

[5] En el procedimiento se describe a Franqueza como “un ser arrogante que se creía indispensable” y que pensaba que “sus habilidades políticas eran tales que el gobierno de la monarquía sería un desastre sin sus servicios

[6] Se les acusó de más de 500 delitos a cada uno de ellos.

[7] Provincias Unidas fue el nombre de un Estado formado por las siete provincias del norte de los Países Bajos, agrupadas por la Unión de Utrecht. Se proclamaban calvinistas y se rebelaron contra Felipe II. Para Felipe III se trataba, por tanto, de un problema heredado.

[8] La oposición no se esperaba tanto por la paz en sí misma sino por la sinrazón de que el rey (“el rey católico”) no podía firmar la paz con calvinistas. Los enemigos de la religión católica debían ser o convertidos o expulsados de los dominios monárquicos.

[9] La posible expulsión de los moriscos era una cuestión viva desde tiempos de Felipe II, ya que, como se indica en la nota anterior, un rey católico no podía permitir infieles en su territorio, por lo que sólo había dos alternativas: convertirlos o expulsarlos. El duque de Lerma se había opuesto sistemáticamente a la expulsión (estaban bautizados y por tanto estaban convertidos) hasta el momento vislumbrar la posibilidad de firmar la tregua de los 12 años.

[10] La justificación oficial, aparte de la relativa a la conciencia religiosa era que “los moriscos eran cada vez más numerosos, que su crecimiento demográfico ponía en peligro el dominio cristiano sobre la sociedad, y que además la mayoría de los moriscos eran leales a poderes fuerzas que eran abiertos enemigos de la monarquía hispana”. La consecuencia: 300.000 moriscos expulsados.

[11] Se trata de la denominada delegación de firma, en la que se dice “os mando que cumpláis todo lo que el duque os dijere u ordenare (…) que aunque esto se ha entendido así desde que yo sucedía en estos Reinos, os lo he querido encargar y mandar agora”.

[12] Por simple curiosidad. Era Rodrigo Calderón, que ha pasado al folclore como símbolo del orgullo. A él se refiere la expresión “más orgullo que don Rodrigo en la horca”, aunque realmente murió decapitado (un privilegio de la nobleza).

[13] Se trata de las entradas “La ‘Mafia’ (española) del Agua sigue en activo”, “Cuando despertó, la corrupción todavía estaba allí (parafraseando a Monterroso)” y “Tú, profesional, puedes ser cómplice de comportamientos que dices aborrecer”.

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