El tiempo es oro

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Imagen repetida mil veces en internet. Esta versión proviene de «Fantasías de un poeta desconocido«

En una entrada anterior (“El agua, cosa de mujeres…”) y hablando de la problemática de la falta de acceso al agua segura en muchas zonas del mundo ya llamábamos la atención acerca de la mayor perversión que esa falta de acceso implica. Decíamos: “Pero quizá lo más importante sea el tiempo que ocupa [la tarea de acarrear el agua desde el pozo a la vivienda]. Es esencialmente la ausencia de tiempo (libre) lo que impide todo lo demás, desde el descanso hasta la participación activa en el mundo extra-familiar, pasando por el cuidado y la atención a la prole o la capacitación”.

Y es que el tiempo es oro, según el dicho. Pero para unos, oro en lingotes y, para otros (y especialmente, otras), apenas los dorados que venden en el bazar… Porque, si las mujeres emplean muchas horas semanales en el acarreo de agua, ¿cómo es que no salen las cuentas y no se aborda la inversión en redes de abastecimiento que liberaría ese tiempo?

El valor del tiempo es algo que los economistas vienen cuantificando desde hace tiempo para poder hacer sus estudios coste-beneficio de los proyectos y decidir (sí, ellos deciden) si una actuación es conveniente o no. La referencia obligada es la actividad que, en el mundo occidental, más directamente se relaciona con el tiempo: el de los proyectos de transporte (por ejemplo, nuestros AVEs, de justificarse de alguna manera, sería por el valor económico del tiempo -de transporte- que ahorran a los usuarios). Los beneficios directos de una infraestructura de transporte incluyen una partida fundamental: el ahorro en el tiempo de transporte. El beneficio fundamental de un medio de transporte es el de la reducción del tiempo que se emplea en hacer el trayecto.

Y ya hemos señalado como, al igual que todas las cosas en los tiempos que corren, ese tiempo se valora en dinero, en términos económicos. Cierto es que no hay un mercado de tiempo (el tiempo del que yo dispongo no puedo traspasártelo a ti), pero sí existen sucedáneos que han permitido a los economistas lo que ellos entienden es una valoración objetiva razonable, basada en que todos, en el mundo occidental, estamos acostumbrados a percibir un salario, una remuneración por un tiempo trabajado.

A partir de lo anterior se ha consolidado la doctrina de considerar que el tiempo vale para mí lo que yo podría cobrar por él en el mercado de trabajo. Como también se da la circunstancia de que las personas no sólo trabajamos sino que también empleamos nuestro tiempo en cuestiones lúdicas o que, incluso, “perdemos” el tiempo con nuestros hijos o amigos, es decir, empleamos nuestro tiempo sin contraprestación económica, se ha clasificado el tiempo en dos grandes apartados: en trabajo y en ocio (mejor, en no trabajo). Como no puede ser de otra manera, en esta lógica económica, el tiempo de trabajo vale más.

Y los valores que se usan están bastante normalizados, con sesudos estudios internacionales. Así, por ejemplo, la valoración más reciente del US Department of Transport [1], establece como valor económico de la hora ahorrada en transporte de superficie (salvo alta velocidad ferroviaria [2]) en 24,4-25,2 dólares USA de 2013 para viajes de trabajo y 17,4-12,4 US$ de 2013 para viajes personales (el primer valor señalado corresponde a viajes interurbanos y el segundo a desplazamientos urbanos).

Los valores anteriores se sustentan en hacer equivalente el valor de la hora ahorrada en transporte en viajes de trabajo a la remuneración bruta media en todo el país, definida como la suma del salario por hora promedio y una estimación de beneficios por hora. El valor del ahorro en viajes personales se establece como una fracción del anterior. Ese es también el criterio que aplica el Banco Mundial [3], pretendidamente con aplicación en cualquier parte del mundo.

Todo lo dicho está muy bien cuando se aplica a los países ricos, con una estructura y unos criterios de valores determinados. El problema surge cuando se pretende su aplicación a países con ingresos muy bajos, casi al nivel de subsistencia y con una economía que no se basa en el mercado ni en el trabajo asalariado. Aquí los estudios realizados son muy escasos, habiendo localizado tan sólo los relativos a Bangladesh [4], Ghana y Tanzania [5], realizados en los años 2001 el primero y 2004 los otros dos, cuando la renta per cápita en los tres países estaba comprendida entre los 1.500 y los 2.000 US$, frente a los aproximadamente 40.000 US$ de Estados Unidos y los alrededor de los 20.000 españoles.

Esos estudios evalúan el tiempo ahorrado en moneda local. Una vez convertidos a dólares internacionales de la fecha del estudio [6] y actualizados estos a 2013 [7], los valores son los que se reflejan en la tabla

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Valor del tiempo ahorrado en tres países de renta muy baja, expresados en dólares internacionales de 2013

Aunque no era el objeto de esta entrada, la propia tabla, directamente, pone de manifiesto, y es bueno detenerse en ello, cómo, también en esto, existe una diferencia por género importante. El tiempo de las mujeres “vale” mucho menos que el de los hombres (el de aquellas es un 70-75% del de estos), lo que quizá pueda relacionarse, como causa o como efecto, con la distribución de funciones en el seno familiar [8] (puede leerse, por ejemplo, la ya citada entrada “El agua, cosa de mujeres…”).

Y qué decir de la comparación con los valores de los Estados Unidos que presentábamos más arriba. Simplemente escandalizan. Mientras el valor que se asigna al tiempo en los países de bajos ingresos se mide en centavos, el de los países ricos se sitúa en las decenas de dólares. El tiempo en USA se valora unas 50 veces más que en los países de bajos ingresos (en estos los estudios se refieren a zonas rurales, por lo que el transporte considerado es sistemáticamente exterior al núcleo). Y, ojo, que no vale la disculpa de que tampoco cuesta lo mismo vivir en USA que hacerlo en Tanzania, porque ya está corregido el efecto de la distinta capacidad adquisitiva en los distintos países al utilizar como unidad de valoración los dólares internacionales.

En estas condiciones, ¿cómo van a salir las cuentas económicas en los países de ingresos bajos? ¿Cómo van a ser económicamente rentables posibles inversiones que permitan liberar tiempo?

¡Es la economía, imbécil! es una frase que se atribuye a Bill Clinton. Y sí, es la economía. Es el haber situado a la economía en el centro de nuestras vidas, asignándole la función de tomar las decisiones trascendentes. Pero, si la economía conduce a esto, si la tremenda desigualdad en algo tan básico y general como es el tiempo de que disponemos, función del lugar en que cada uno hayamos nacido, es consecuencia de lo que dicen los mercados, mejor haríamos si peleásemos por desplazar a la economía, a los mercados, del centro de nuestras vidas.

Pero es que, además, la desigualdad no aplica sólo a la valoración del tiempo, es que también lo hace a la valoración de la  vida misma, pero esto será objeto de una próxima entrada.

Y para acabar esta con una sonrisa, pinchando en los enlaces podéis escuchar la canción «Alta velocidad«, de la que su autor (Javier Krahe) decía que era la canción más rápida de la historia. Podéis elegir entre las interpretaciones masculina (Iñaki Gabilondo) y femenina (Annick Bloyard). O ambas, que son muy breves.

NOTAS PRESCINDIBLES

[1] US DoT. «The Value of Travel Time Savings: Departmental Guidance for Conducting Economic Evaluations Revision 2 (2014 Update)» , actualizado  en la publicación, también del US DoT “Tiger Benefit-Cost Analysis (BCA) Resource Guide” (2014).

[2] Los valores que asigna para viajes en alta velocidad ferroviaria o en avión son mucho más altos: 60,7 y 33,0 US$ de 2013 para viajes de trabajo y personales respectivamente.

[3] En “Notes on the Economic Evaluation of Transport Projects. Valuation of time savings” (2005) establece, con un ámbito que pretende extenderse al total mundial, como valor de la hora ahorrada en transporte en viajes de trabajo el del salario horario multiplicado por un factor 1,33 y el de la ahorrada en viajes personales el 30% del ingreso horario por persona en el hogar

[4] “The Value of Time in Least Developed Countries (Knowledge and Research (KaR) 2000/01 DFID Research No. R7785). Final Report”. I.T. Transport Ltd. 2002

[5] “The value of time in least developed countries: The african studies”. I.T. Transport Ltd. 2005. También se refiere a los resultados del trabajo relativo a Bangladesh, con el compara los obtenidos en este.

[6] Los dólares internacionales es una equivalencia de monedas que incorpora, al cambio oficial de esta, la incidencia que tiene el diferente nivel de vida en el valor de la moneda. En lugar de reflejar la equivalencia nominal entre monedas establece la relación que permite una paridad en el poder adquisitivo entre los países. Más concretamente, es la cantidad de unidades de una moneda nacional que se requieren para adquirir la misma cantidad de bienes y servicios en el mercado nacional que se podrían adquirir con dólares de los Estados Unidos en ese país. El factor de conversión se ha tomado de los datos que presenta el Banco Mundial (http://data.worldbank.org/indicator/PA.NUS.PPPC.RF?locations=BD-GH-TZ). En el caso concreto de los tres países y de los años considerados implica multiplicar el valor de la moneda al cambio oficial por un factor comprendido entre 3,5 (Bangladesh) y 5 (Ghana).

[7] Implica simplemente aplicar la tasa de actualización correspondiente al año de que se trate. Se ha adoptado la que presenta el Banco Mundial (http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.DEFL.ZS?locations=BD-GH-TZ). Se han trasladado los valores al año 2013 para permitir la comparación directa con los más arriba establecidos para USA.

[8] En la referencia de donde se toman los datos se dice textualmente: “En los tres países, hay una diferencia substancial entre las valoraciones del ahorro de tiempo de viaje para hombres y mujeres. La mayor valoración del tiempo para los hombres probablemente refleje su mayor capacidad y disposición para pagar porque son ellos típicamente los que cobran los ingresos y controlan el presupuesto familiar. Sin embargo, estudios cualitativos confirman que este diferencial en el valor del tiempo realmente no refleja las presiones a que enfrentan hombres y mujeres en cuanto a disposición de tiempo. Es probable que sean las mujeres de los hogares más pobres las que soportan las limitaciones de tiempo más severas” (traducción propia).

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