A modo de réquiem por un cualquiera

¿Pescadores? ¿Emigrantes? En cualquier caso, seres humanos de cuya existencia sólo sabemos cuando dejan de existir. Costa de Namibia

¿Pescadores? ¿Emigrantes? En cualquier caso, seres humanos de cuya existencia sólo sabemos cuando dejan de existir. Costa de Namibia

Ochocientos muertos, ahogados, en el Mediterráneo. Ochocientos muertos más, la sonrisa de un capitán tras su rescate (el suyo) y el gesto preocupado de un ministro por el “efecto llamada”. Ochocientos emigrantes muertos. ¿O debiéramos decir refugiados?

Quite, por dios, no violente también la lengua, que no buscan refugio, que no huyen de guerras ni se les persigue [1], que vienen libremente.

Tan libremente como El Espartero cuando dijo lo de “más cornadas da el hambre” [2]. Ningún colectivo grande emigra sin que medie el reclamo de una gran causa, de una promesa de poder vivir un presente y un futuro mucho mejores.

Pero, ¿por qué, en lugar de jugarse la vida, no hacen algo para tener un futuro mejor en su tierra? ¿A qué tienen que venir donde nadie les llama? Además, ya les ayudamos, que, cada uno de nosotros les damos casi dos de cada mil euros que producimos…[3]

Habría mucho que hablar de esos dos euros, que los pobres son muchos más que los ricos y tocan a mucho menos. Y ya me gustaría a mí saber dónde van, que muchos vuelven (en contratos a nuestras empresas o en concesiones), otros ni siquiera llegan, otros sirven para financiar armas o material antidisturbios (que nos compran a nosotros)…[4] Quizá podríamos probar a dejar de ayudarles de esa manera.

Vale, puede que no sea mucho, pero creo que la Unión Europea va a dedicar más dinero para evitar que tengan que jugarse la vida.

El matiz es que lo que ahora está sobre la mesa no es para evitar que tengan que venir sino para evitar que vengan (más claro, para evitar que lleguen). Si caen en el camino, antes de llegar al Mediterráneo, no es asunto nuestro.

Es culpa de las mafias que les engañan y les transportan como ganado. Si se acaba con las mafias, se acaba la emigración ilegal.

No son las mafias las que generan la necesidad de venir y sería la primera vez que una prohibición resuelva un problema vital. El emigrante se siente tan mal, que prefiere jugarse la vida a quedarse. Tendrá que pagar más, que arriesgarse más, pero seguirá intentándolo.

Pues si no es de las mafias, la culpa tiene que ser del emigrante, que no cumple las normas, que es ilegal.

Ilegal es la palabra mágica. Para el que toma el camino de la emigración, el mundo ha quedado reducido a una prisión pequeña en la que está condenado a cadena perpetua y trabajos forzados. Al que intenta escapa el poder le dice ilegal.

Ilegal o no, lo que nos llega es la morralla, los que sólo quieren vivir del cuento y quitarnos el poco trabajo que hay. Yo trabajo duro para dejar algo a mis hijos, no a los hijos de otros, que vienen a robar y a aprovecharse del esfuerzo de mis viejos.

Parece que es más razonable lo contrario. En la emigración que vivimos, cara, arriesgada y difícil, los pobres, perezosos o, simplemente, físicamente débiles quedan atrás. Y lo sufre, por encima de todo, su país de nacimiento, en el que se produce una selección negativa.

Además, ya elegimos nosotros, como si fuese una feria. Hay quien dice que a día de ayer (antes de la última crisis), el número de médicos formados en países pobres y que ejercen en Europa es mayor que el de voluntarios que salen de aquí hacia Asia, África o América latina [5]. Otra vez la selección negativa, la sangría devastadora en países ya pobres, que están financiando la educación de sus ciudadanos solo para ver como contribuyen al crecimiento de países más ricos. [6]  [7]

Elucubraciones. Cada uno en su casa y dios en la de todos.

Lo cantaba León Gieco, un sudaca: “Si me pedís que vuelva / otra vez donde nací / yo pido que tu empresa / se vaya de mi país”. Porque “el mundo está amueblado / con maderas del Brasil”. [8]

Es sólo una canción. Nos traemos nuestras empresas, ellos se quedan allí y en paz.

Muy chulito. ¿Puedes decir tú a “tus” empresas que vuelvan? Si echas la vista atrás, verás cómo fuimos nosotros los que fuimos a buscar sus tierras, hace ya más de cinco siglos. En África y en todas partes.

Eran salvajes. Ni siquiera sabían cómo sacar partido de su tierra.

No parece que eso sea razón suficiente como para legitimar que nos quedáramos con lo que no era nuestro. Alguien podría hacer lo mismo hoy contigo. [9]

Si no hubiésemos ido, incluso podrían estar peor que lo que están ahora.

O quizá hubieran llegado al mismo sitio en que estamos nosotros. Pero nosotros íbamos más rápido y, en una carrera, siempre hay alguien que llega primero y gana. Los demás, pierden y, si sólo hay sitio para uno, no llegan.

¿Pretendes decir que tendríamos que haber esperado?

El llegar antes o después no depende del participante sino de la carrera que le toca correr. No es igual correr en pista que campo a través. Correr en África era más difícil.

Eso son escusas de malos corredores.

Cuando llegamos a América (o a Australia), que no era un territorio nada fácil, desplazamos y casi exterminamos a sus habitantes y nos asentamos nosotros. En África no fuimos capaces de establecernos y tuvimos que recurrir a otra técnica para sacar rendimiento. Si no se puede sacar partido de esta tierra, saquémoslo de sus habitantes. Les hicimos esclavos y les llevamos a otras tierras para que nos las trabajasen. A nosotros, incluso con los medios de que entonces disponíamos, también nos frenaros la escasez de plantas cultivables, la ausencia de animales domesticables, el paludismo o la mosca tse-tsé. [10]

Hace ya demasiado tiempo de eso como para que sea la causa de todo. Es como el recurso permanente a la herencia recibida.

Alambradas. Siempre alambradas. Para proteger la propiedad del que puede pagarlas.

Alambradas. Siempre alambradas. Para proteger la propiedad del que puede pagarlas.

Hasta la abolición formal de la esclavitud, quizá unos trece millones de seres humanos llegaron a puerto como esclavos, a los que hay que sumar los no pocos muertos en la captura y el transporte (hasta las palabras se vuelven ofensivas) [11]. Las cicatrices son hondas.  La abolición de la trata consumió todo el siglo XIX [12] y, aunque produjo una cierta reducción del tráfico, su efecto principal fue el encarecimiento de la mercancía.  Consecuencia, si el transporte es caro, el modo de mantener el beneficio es hacerles que trabajen (para nosotros) en su tierra, que ellos sí han sido capaces de vivir allí. Aparecen las colonias y nos repartimos África entre los europeos. Ayer, como quien dice (Congreso de Berlín, en 1878).

Del colonialismo, sólo dos ejemplos. El primero, quizá el mayor genocidio conocido, es el brutal saqueo que llevó a cabo el rey Leopoldo II de Bélgica en el territorio que rodea al río Congo y que acabó con más de diez millones de muertos en la zona [13]. El segundo, estructural, se refiere a la prohibición, impuesta a las colonias, de cualquier actividad distinta de las agrícolas o extractivas, para evitar la competencia con la metrópoli.

Y así llegamos a cincuenta años atrás, cuando se desencadenó el proceso de liberación, que costó sangre (suya, en su mayor parte).

Algo de responsabilidad tendrán ellos, que cincuenta años no son pocos. Al menos, su corrupción, que es exagerada.

Hablar de corrupción ajena hoy, en España, suena grotesco. Además, probablemente, sus corruptores quizá sean los mismos que los nuestros, aunque pescando en otras aguas. Que tus empresas se vayan de mi país e igual podamos enfrentar mejor nuestra corrupción.

No, si pretenderás que la culpa es mía.

Lo que sí pienso es que la responsabilidad de resolverlo es de todos. Esto es un solo mundo, en el que nosotros hemos nacido en lo que es hoy el mejor sitio y del que no tenemos derecho a excluir a nadie.

¿Y qué pinta esto aquí, si no es agua ni energía ni decrecimiento?

El binomio desigualdad/decrecimiento explica muchas cosas. La desigualdad como motor del crecimiento y el crecimiento como causa de la desigualdad. Aplica incluso a la catástrofe del reciente terremoto en Nepal, que ha borrado la catástrofe migratoria de los medios de comunicación.

NOTAS PERFECTAMENTE PRESCINDIBLES

[1] Según la RAE, un refugiado es una “persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país”, mientras que un emigrante es alguien que “se traslada de su propio país a otro, generalmente con el fin de trabajar en él de manera estable o temporal”.  Falta la definición de Fátima Báñez, que establece que la emigración es pura y simplemente “movilidad temporal”. ¿Tienen sentido estas disquisiciones si no es como mecanismo de discriminación al extranjero?

[2] Se atribuye la frase a este torero, pero quizá sea apócrifo

[3] Se refiere a la partida presupuestaria que  dedicamos a lo que denominamos “ayuda al desarrollo”. En 2013 representaba el 0,16% del presupuesto español.

[4] Como curiosidad, este mismo mes el ministro español de Defensa, Pedro Morenés, ha firmado un acuerdo de cooperación militar con el gobierno egipcio del dictador Al Sisi.

[5] La cita es de “La gran migración”, de H.M. Enzensberger en Anagrama. No conozco versión digital con acceso libre.

[6] Una referencia puede encontrarse en el artículo “The Metrics of the Physician Brain Drain” (F. Mullan; The New England journal of Medicine; 2005).  En él se estudia el colectivo que ejerce como médico en cuatro países anglosajones (USA, Canadá, Australia y Reino Unido) y su origen. A grandes rasgos, entre el 23 y el 28% de los médicos que ejercen la medicina en uno de eso cuatro países fueron formados como tales fuera del país en el que ejercen y, de estos, entre el 40 (en Australia) y el 75% (en Reino Unido) lo fueron en países con rentas bajos. Desde el punto de vista de los países africanos que sufren la sangría en sus carnes, en Ghana, el 30% de los médicos allí formados ejercen en alguno de los países estudiados y el porcentaje en Etiopía, Uganda, Nigeria y Sudán oscila entre el 11 y el 15. Y, fuera de África, los casos de Haití y Jamaica son sangrantes: más de un tercera parte de sus médicos ejerce fuera.

[7] Suena a demagogia pero es completamente cierto. En España, desde octubre de 2013 y al amparo de la Ley de Emprendedores, los extranjeros pueden obtener el permiso de residencia contra una inversión mínima de medio millón de euros en ladrillo (un ático de lujo o varias viviendas de protección oficial, por ejemplo). Y para qué hablar de la acogida que tiene en cualquier país del mundo el sultán de Brunei o cualquiera de sus amigos.

[8] Este blog ha dedicado alguna entrada a cómo, hoy mismo, se está produciendo un expolio incluso de elementos básicos, como la misma tierra y el agua.  Puedes ver “El agua en Arabia. Una historia leve” y “El lenguaje de las flores. Y de la tierra que las acoge y el agua que las riega”. Por otra parte, las referencias externas a la explotación occidental de las materias primas africanas son infinitas y accesibles desde cualquier buscador.

[9] El expolio alcanza todos los niveles, como lo expresa Eduardo Galeano, en una cita tomada de otra cita: “La cultura dominante admite a los indígenas y a los negros como objeto de estudio, pero no los reconoce como sujetos de la historia; tienen folclore, no cultura; practican supersticiones, no religiones; hablan dialectos, no idiomas; hacen artesanías, no arte”.

[10] Respecto a esto es tremendamente interesante el libro “Armas, gérmenes y acero” (J. Diamond. Debate). Son más de 400 páginas que merecen la pena. En ellas se justifica la parrafada siguiente: “En resumen, la colonización de África por Europa no tuvo nada que ver con las diferencias entre los pueblos europeos y los africanos, como suponen los racistas blancos, sino que se debió a accidentes de la geografía y la biogeografía, en particular a las diferencias de ambos continentes en cuanto a superficie, ejes y lotes de especies de animales salvajes y plantas silvestres. Es decir, las diferentes trayectorias históricas de África y Europa provienen en última instancia de diferencias en bienes raíces”

[11] La referencia está tomada de “La trata de esclavos” (H. Thomas. Planeta. 1998). Como referencia, la población africana al sur del Sahara y en los siglos XVII y XVIII podría situarse entre los 45 y 65 millones de personas (tomado de “The World Economy. A millennial perspective” (A. Maddison. OCDE. 2001).

[12] El proceso de abolición de la esclavitud fue un proceso largo que extendió a lo largo de prácticamente todo el siglo XIX, desde 1817, cuando en Inglaterra prohibió la trata (no la esclavitud) hasta 1888 cuando se anula la esclavitud en Brasil.

[13] La referencia está tomada del ensayo histórico “El fantasma del rey Leopoldo” (A. Hochschild. Peninsula. 1998), pero un caso tan fuera de humanidad ha dado lugar a un buen número de obras de ficción como “El corazón de las tinieblas” (J. Conrad), su adaptación al cine en “Apocalipse Now” (Coppola trasladó la acción a la guerra de Vietnam) o la reciente “Siete casa en Francia” (B. Atxaga)

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